Tomar el pan y algo más. Sobre el comercio ambulante

vendedores rebeldias

En vísperas de las fiestas de consumo y endeudamiento del año 2017, varios canales de televisión, de señal abierta, comunicaban que personal de carabineros había sido agredido por comerciantes ambulantes, enfatizando la calidad de migrantes de algunos/as, en el concurrido Barrio de Meigg’s del casco histórico de Santiago. Cierto es que las cámaras muestran como un grupo de personas que se dedica al rubro de la venta “al paño” arremete contra los vigilantes, pero no explica cómo se ha llegado a dicha situación. Distintos municipios a lo largo del territorio dominado por el Estado de Chile han reforzado planes y operativos para “regular” ésta “problemática social.” Un informe titulado “Estudio del Comercio Ambulante ilegal y sus Implicancias en la Seguridad Ciudadana”1 desarrollado, en septiembre de 2017, por la Subsecretaría de Prevención del Delito en conjunto por la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Chile informa algunos datos que conviene citar.

Vale señalar que el estudio comprende levantamiento de información en localidades del norte, centro y sur del territorio. Primero que todo, da cuenta de que el ejercicio predominante de esta forma de sustento es de nacionales y no de migrantes, lo que deja en evidencia el carácter xenófobo y racista de los medios de comunicación, quienes desinforman y construyen una imagen de peligrosidad, a la hora de reportear éste tipo de incidentes. Por otra parte indica que las personas que se dedican a las ventas ambulantes en su gran mayoría son jefes/as de hogar, de variados rangos etarios y en general con estudios secundarios completos, incluso con estudios universitarios. Muchos/as de los/as encuestados/as sostiene que la venta callejera es su fuente principal de ingresos –los que superan al salario mínimo mensual fijado en $276.000.- correspondientes a una jornada de 45 horas semanales- y que por tales motivos rechazan cualquier tipo de normativa que regule su trabajo. Los artículos más vendidos corresponden a ropa, artículos electrónicos y cd-rom; huelga agregar el creciente mercadeo de comida, ensaladas de fruta y jugos naturales en sectores con flujos de tránsito peatonal masivo. El informe relaciona la práctica con un aumento de los niveles de inseguridad de los y las ciudadanos/as, definiéndola como una incivilidad, esto es, “desórdenes visibles en el espacio público que afectan la calidad de vida de los/as vecinos/as e inciden en su percepción del entorno y en su comportamiento respecto del mismo espacio público”, sin embargo retrata que consultados/as compradores/as y comerciantes establecidos/as respecto de la faena comercial sin autorización sostienen que ”a nadie se le puede prohibir ganarse el pan.”

Los/as consumidores/as, además, alientan la venta ambulante, los precios de los productos de los escaparates de las tiendas son elevados, comprar libros en el comercio oficial es un gasto impensado y comprar cuatro películas es equivalente a tan solo una entrada para ingresar a una sala de cine.

Como decíamos en un principio, los municipios han intentado ponerle fin a este trabajo argumentando varias razones, entre ellas, que es una incivilidad, que es una forma desleal de competir en el mercado, que afecta a los/as consumidores porque los productos son falsificados y piratas, que afecta el espacio público y que se daña el bolsillo del Fisco por no poder imputar un impuesto a las ventas. A modo de ejemplo, la Municipalidad de Santiago representada por su edil, militante de Renovación Nacional, Felipe Alessandri ha estrenado el plan “Comercio Justo” que viene a “higienizar” a la comuna, señalando en la web que “Se trata de una iniciativa de seguridad emprendida -en forma coordinada- por el municipio, Carabineros, PDI y Seremi de Salud, que abarca el conjunto de la comuna, focalizada en especial en aquellos sectores donde proliferan los ambulantes ilegales: el Casco Histórico, Franklin y el Barrio Meiggs.”, y que tiene como consecuencia una exhaustiva vigilancia mediante cámaras de seguridad que podrán capturar imágenes que sirvan de prueba para denunciar a comerciantes y compradores/as, habilitándose un sitio web para que se ingresen denuncias, fomentando, y continuando, la política de caza de unos/as a otros/as, ofreciendo el traje de policía a cualquiera. Dentro de plan, se pretende explica que se quiere regular este tipo de actividad, y que en casos especiales, se otorgarán permisos precarios por el término de 6 meses a “personas vulnerables que no tengan otra opción.” Es preciso preguntarse si este tipo de ocupación es realmente una opción o una imposición permanente del capitalismo, y, en consecuencia por más programas que pretendan convertir a los/as ambulantes en emprendedores, con este modelo económico seguirán en las calles.

Si bien la alternativa de subsistencia que implica el comercio ambulante puede ser ventajosa frente al trabajo asalariado, bastaría pensar en el escenario de la vejez y las enfermedades sobrevinientes, la falta de respaldo y cobertura en los elementos de la seguridad social posiciona al Estado como cómplice del destino precario de miles de personas dedicadas a esta actividad; además, como persecutor de ella. Un actual resumen ejecutivo de la Fundación Sol acerca de la concentración de ingresos en Chile indica que el 1% más rico concentra el 33% de los ingresos, donde la concentración con Italia es del 9%, Alemania es del 13% y Rusia del 20%. Con esto no quiero señalar que en otros territorios la clase trabajadora la esté pasando mejor sino que es preciso resaltar los tremendos niveles de desigualdad que ha fomentado una política económica pro-capital, respaldada por los gobiernos de la concertación de los partidos por la democracia y, posteriormente, por la administración de la derecha bajo Piñera.

La aparente autonomía que confiere el auto-empleo confunde e incluso potencia la precarización. Cuando en el movimiento de obreros y obreras de principios de siglo XX resonaba la consigna “sin patrón” no se pensaba en un contemporáneo “chao jefe”, que nos lleva a pensar en el sueño neoliberal de consumir sin trabajar como modelo de éxito, más bien se proponía el control de los medios de producción por los y las trabajadores, organizados/as y resueltos/as a defender el producto que surgía de su propio sudor, cual pavimentaba los suelos de las fábricas. Una forma de sostenerse unos/as con otros/as fueron las sociedades de socorros mutuos de gran beneficio para sus afiliados/as para hacer embate a la miseria impuesta. La organización de jornadas de movilización y protesta para acabar con el capitalismo tenía como sustento reconocerse en la misma posición dentro de la sociedad de clases, con las mismas dificultades y esperanzas, donde no podemos dejar de apuntar la condición de explotación de la mayoría de las mujeres en relación al trabajo doméstico y a las labores de crianza y cuidado no remuneradas, en las existe una relación entre el mundo libertario y el sindicalismo, casi inexistente hoy en día.

En uno de sus textos Colin Ward escribe que “Es raro encontrar anarquistas en el decadente mundo del trabajo dependiente, tanto en el sector industrial que en el de la burocracia. Suelen encontrar su hueco en las economías informales o de pequeña escala.2 Actualmente, muchos/as compañeros/as han iniciado proyectos de talleres dedicados a la producción de diferentes mercancías. Por supuesto debemos mencionar que no son todos/as, con lo cual resulta importante tensionar la noción separatista de auto-explotado/a y trabajador/a dependiente, como si uno estuviera más liberado/a que otro/a por trabajar en la calle que en una obra. Necesitamos vincularnos, tendernos manos fraternas, defendernos y pensar cómo organizamos colectivamente lo que ciertamente necesitamos. Enfrentar al capitalismo como una comunidad podría permitirnos pensar en nuestros territorios para enfrentar el conflicto contra las formas de dominación que pesan sobre nuestras vidas.

Una de las cosas que más me llamó la atención de la noticia ocurrida en el Barrio Meigg’s tiene que ver con la defensa levantada por empobrecidos/as, de todos los territorios, del sustento que da para vivir, en realidad, para subsistir. Cada vez que puedo les aviso a los/as ambulantes que se acerca personal de carabineros para que emprendan la huída, asumo que de todas formas tienen mecanismos de cuidado preconcebidos que pueden, ocasionalmente, dar más o menos resultado, pero que siempre es difícil. La confiscación de los productos es un golpe duro para quien busca resistir a las agobiantes condiciones de vida impuestas.

Me gustaría que volviéramos a la idea de no se puede prohibir conquistar el pan. En 1893, y en una de las tantas veces que le tocó estar en una plaza pública, ante una muchedumbre de hambrientos/as, Emma Goldman alzó su voz y dijo “Pedid trabajo, si no os lo dan ni pan ni trabajo, coged el pan3, según se cuenta, los/as asistentes se impulsaron como una gran ola a los barrios más acomodados, con la convicción poderosa de que no era justo morir de hambre habiendo que comer. La palabra ardiente de Emma Goldman encendía la llama de esos corazones. Tomar la fábrica o el alimento, hoy nuestras vidas.

¿Estamos dispuestos/as a tomar el pan?

Triuki
Publicado en Rebeldías Nº3, Otoño 2018

2 “Anarquismo. Una breve introducción”, Colin Ward, Editorial Enclave.

3 Para estudiar sobre éste y otros acontecimientos sugiero la revisión del libro de José Pierats Valls “Emma Goldman: Anarquista de ambos mundos”, de la editorial “La Linterna Sorda” y del documental “Emma Goldman, una mujer sumamente peligrosa.”

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